viernes, 26 de agosto de 2011

EN EL RECUERDO: Pregón de Semana Santa de 1990

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE ZARAGOZA PRONUNCIADO POR EL MUY ILUSTRE SEÑOR DON JUAN ANTONIO GRACIA GIMENO EL DÍA 7 DE ABRIL DE 1990 EN LA IGLESIA PARROQUIAL DE SAN FELIPE Y SANTIAGO EL MENOR.

¡HERMANOS!... Permitidme que con ésta sola y única palabra, me dirija a toda ésta Asamblea, congregada en el umbral de la Semana Santa.
¡HERMANOS!...Dejadme que sea éste un saludo, a todos y cada uno de cuantos me escuchan en éste precioso e histórico marco de San Felipe, la Bella Desconocida entre las Parroquias de la Ciudad, cobijados bajo el Apostolado vigilante y protector del gran Escultor RAMÍREZ, junto al precioso altar de la Crucifixión, y junto a las primorosas pinturas de BAYEU.






¡HERMANOS!... Hermoso Relicario de Arte y de Historia en el que nos encontramos asombrados ante la belleza dolorida de su mejor joya… EL SANTÍSIMO ECCE-HOMO.
¡HERMANOS!... Perdonad que no especifique vuestra categoría en la Sociedad, vuestro rango en el trabajo, o vuestra jerarquía 'en la Iglesia, y a todos os englobe con el nombre de HERMANOS.
¡HERMANOS… SÍ… HERMANOS!... Al fin y al cabo, éste es el saludo con que el Sacerdote se dirige al Pueblo de DIOS, reunido en toda celebración Litúrgica. Esta es sin duda la palabra Sacerdotal más pronunciada, hasta el punto de que tenemos el riesgo de vaciarla de su contenido comprometedor y reducirla a manido tópico, a fórmula estereotipada, a cliché protocolario.
Pues a pesar de esos riesgos, a pesar de no encontrarnos en una Celebración Sacramental, a todos vosotros os llamo HERMANOS.
Y no por deformación profesional, porque sea ésta la primera vez en la Historia de la Semana Santa de Zaragoza que sea un Clérigo el que pronuncie el PREGÓN, ni tampoco porque pueda ser la palabra más adecuada cuando un Sacerdote habla en público. Os llamo HERMANOS, por que no encuentro otro vocablo, ningún saludo, ninguna denominación, que a pesar de nuestras grandes y pequeñas diferencias pueda definirnos mejor, pueda aplicarse con mayor verdad y justeza, a todos y cada uno de los que me estáis oyendo, y que pueda explicar con mayor claridad la razón de nuestra presencia de hoy, y lo que estamos haciendo.
¡HERMANOS... SÍ ... HERMANOS! a pesar de nuestras diversidades.
Unas las veo con solo miraros…, otras las intuyo…, me fijo en vosotros…, a unos, a muchos…, 'os conozco; a otros…, también muchos…, no .. Pero sospecho, no sin razón, que hablo a un auditorio plural, vario, complejo, con personalidades, tareas y vidas diferenciadas.
-Aquí está la representación de la Autoridad, que simboliza de alguna manera y expresa nuestra unión, con DIOS y con la Iglesia.
-Aquí sin duda ninguna habrá, Médicos, que están preocupados por aumentar la cantidad y calidad de la Vida Humana.
-Aquí habrá hombres del Derecho, preocupados por establecer un Orden Jurídico en que sean posible, el Orden, la Equidad y la Justicia.
-Aquí habrá sin duda ninguna también, Profesores, responsables de transmitir los saberes humanos a los demás.
-Aquí hay, lo sé, me consta, Obreros que llevan en sus manos, el certificado de su trabajo, de su esfuerzo, y en sus frentes las huellas de su cansancio.
-Aquí hay, me consta, Agricultores, con sus ojos intensamente azules de tanto mirar a1 cielo, por ver si llega la lluvia deseada.
-Aquí hay Investigadores, cuyo talento está dedicado a desentrañar los misterios del Cosmos, y a desarrollar la Obra Creadora de DIOS.
-Aquí hay, hombres de la Administración Pública y Privada, Técnicos, Arquitectos, Ingenieros, Comerciantes, Aprendices, Universitarios, Empresarios, Deportistas, Mecánicos, aquí hay representantes de todas las Profesiones.
-Aquí hay gentes que ostentan Autoridad, Representantes del Pueblo, Sacerdotes, Jerarquías Eclesiásticas… pues bien…, a todos vosotros os llamo… HERMANOS.
Me acerco más, todo lo que puedo, salgo de este AMBÓN en que me encuentro, me aproximo a vosotros para justificar mi saludo fraterno, y al veros revestidos de vuestras ropas sacras, me impresiona la profunda y a la vez harmoniosa diversidad de vuestro atuendo, el vivo, multiplicado y precioso Arco Iris que forman vuestros Hábitos.
También os distinguen y os especifican los ropajes que 11eváis
Miro y Observo:
El VERDE de la esperanza,
siempre joven, siempre viva

El AZUL de los cielos altos,
y el ROJO de la sangre vertida

El BLANCO del consuelo,
y de la paz merecida

El ORO del gozo cierto,
tras la amargura entristecida

El PARDO de la humildad buscada,
y de la sencillez sentida

El MORADO de la penitencia
y de la pobreza compartida

Inmenso ARCO IRIS en la primavera Zaragozana, de nuestra Semana Santa revivida.
Y sin embargo…, a pesar de las diferencias…, os digo…
HERMANOS…

Me fijo.más en el detalle…
Me aproximo a vosotros, y uno a uno os miro,
y quiero ver que traza tienen vuestros vestidos

El pespunte y la forma,
la figura y el cosido

Por ver si la diferencia acaba,
con el color del tejido

Pero no, también sois distintos en el vestido

Quiero observar y ver, que lleváis en vuestras manos
Cómo es de vuestros instrumentos el sonido

Con que cubrís vuestras cabezas

Si hay algo hacia fuera, digo,
que os iguale y os una en el dolor,
que lleváis tan escondido

Pero… No…, otra vez tropiezo con la rica diversidad, con la fuerza creadora de la imaginación que busca mil caminos, para expresar el mismo sentimiento e idéntico latido.
Ahí la TUNICA y la CAPA,
el TERCEROL y el CAPIROTE,
el VELO y la SAYA,
el CÍNGULO y el MANTO,
la SOGA y la PEANA

Ahí, la MEDALLA blanca,
y el GUANTE negro.
El raso y la seda,
y el terciopelo

Ahí, el TAMBOR y el BOMBO,
las velas y el incienso
las MATRACAS… LAS TROMPETAS,
y el SILENCIO…

¡HERMANOS!... A pesar de todo… ¡HERMANOS!
Imposible veros iguales a mi vista, y puesto que no veo de ninguna manera al exterior, algo que os identifique a todos, dadme vuestro carné de identidad, por ver si encuentro las referencias comunes, pero… tampoco… Porque delante de mis ojos, observo:

Niños, nacidos casi anteayer.
Adolescentes, cargados de promesas y de esperanzas.
Hombres maduros, en la plenitud de su quehacer…
Ancianos, llevando venerablemente el peso de los años y de la Vida.
Mujeres y Hombres.
A todos sin embargo os llamo… HERMANOS

Y puesto que es imposible un certificado de vuestra identidad común, descorred si queréis la cremallera de vuestro corazón y dejadme que me asome a vuestra alma, a ese misterio que cada hombre y mujer lleva en sí mismo, dejadme que hoy hojee, ese libro de vuestra vida íntima, cuyos capítulos más apasionantes sólo vosotros conocéis.

Ya tengo el libro abierto… ya me asomo a vuestras almas… y qué veo, qué leo:

Dolores y Esperanzas,
Gozos y, Anhelos

Promesas y Temblores
Súplicas y Sueños

Intereses y Afanes,
Amores y Celos

Culpas y Pecados
y Arrepentimientos

Planes de Futuro
Audacias y Miedos

Viajes e Insomnios
Voces y Silencios

Urgencias y Prisas,
Cansancios y Tedios

Iras y Quebrantos
Canciones y Besos

A pesar de eso… a pesar de  que  teneis problemas distintos, de que sois diversos en el horizonte de vuestra vida, de que el paisaje de vuestra existencia es distinto… A todos vosotros os llamo… HERMANOS.
Os llamo Hermanos… por supuesto, porque ese es vuestro nombre, porque pertenecéis a una Cofradía, a una Hermandad… Pero sobre todo os llamo HERMANOS… porque más allá de la diferencia de colores, mucho más arriba del sonido de vuestros instrumentos, mucho más lejos del tono de vuestros hábitos, hay tres cosas que nos unen y nos dan derecho a llamarnos siempre, pero más todavia hoy… HERMANOS.
Nos une en primer lugar la FE:
Una sola FE, un solo SEÑOR, un solo BAUTISMO.
Pronunciamos todos el mismo CREDO.
Llamamos a DIOS con el mismo nombre, invocándole como PADRE.
Y fuimos todos regenerados en las mismas Aguas.
¡HERMANOS! A pesar de nuestros titubeos y de nuestras vacilaciones.
A pesar de nuestras contradicciones permanentes.
A pesar de nuestros juegos de niños tontos, o de nuestras locuras de adultos frívolos.
A pesar de que nuestras manos siempre están limpias, y nuestros ojos están siempre azules, y nuestros pies caminan siempre por los senderos rectos.
Todos nosotros recurrimos siempre al mismo DIOS PERDONADOR. Necesitamos siempre la misma MISERICORDIA, y se nos otorga siempre la misma GRACIA.
¡HERMANOS!... Más allá de nuestra Cofradía, está nuestra pertenencia a la Comunidad de Creyentes, más allá de nuestros Hábitos Penitenciales, estamos revestidos de la vestidura Bautismal, más allá de nuestros Tambores, de nuestros Bombos, de nuestras Matracas y de nuestras Trompetas, está nuestra vocación común de RESUCITADOS.
En segundo lugar…, nos une la Tierra en que hemos nacido:
¡ARAGON y ZARAGOZA!
Zaragoza es el escenario en que se desarrolla nuestra existencia. Amamos esta Tierra y sus Tradiciones, nos enorgullecemos de su Gloriosa Historia y lloramos por sus desventuras…, amamos esta Tierra; nos halaga que nos valoren como somos, sin excesos y sin recortes, y nos duele si se nos desprecia o se nos olvida.
Nos une a todos nosotros, esta Tierra parda y austera, dura y rebelde, llena de contrastes; con las vegas lujuriosas de sus ríos y los secarrales de sus Monegros.
Nos gusta esta Tierra, amamos esta Tierra, de Mártires y de Héroes, de Sabios y Santos, de Artistas, Poetas y Locos.
Esta tierra de GOYA y de GRACIÁN, de VALERO y de BRAULIO, de CERBUNA y PIGNATELLI, de PEDRO DE ARBUÉS y DOMINGUITO DE VAL, de PALAFOX y PEDRO DE LUNA, DE ENGRACIA y de la MADRE RAFOLS.
Tierra de monjes y Místicos, de Labriegos y artesanos, tierra de VERUELA y de PIEDRA, de SANTA FE y de RUEDA.
Tierra dura, pobre, difícil, pero a la que amamos apasionadamente porque es la nuestra, porque es la Tierra que atraviesa y fecunda el EBRO.
La Tierra que ensalza y llora y canta la JOTA, la Tierra que Bendice y Ampara la VIRGEN DEL PILAR.
EL PILAR, el EBRO y la JOTA; he aquí los tres amores que nos unen, nos estrechan y nos hacen amarnos unos a otros, como estábamos hace unos instantes en el PILAR, rodeando la SANTA CAPILLA todos juntos.
Por eso hemos ido a verla hace unos instantes, no como un acto de cortesía, sino porque sentíamos la necesidad de sentirnos juntos, y acompañados por la MADRE.
Y en tercer lugar, nos une la SEMANA SANTA DE ZARAGOZA, a la que amamos quizás a veces con exceso.
Amamos nuestra Semana Santa tal como es.
Con su Grandeza y sus Limitaciones.
Envidiando quizás otras, pero satisfechos con la nuestra, sin avergonzarnos de lo que tenemos, deseando mejorarla, defenderla, difundirla, porque en ella va una de las Tradiciones más lindas, más hondas y que mejor definen nuestro peculiar modo de entender y expresar nuestras creencias Cristianas.
¡HERMANOS!
No tenemos aquí ciertamente lo mejor de España, pero tampoco exhibimos una mediocridad. No tenemos la Solemne, la Impresionante, la Sobrecogedora Belleza de la imaginería castellana. Nos falta también la luz suave y el aire quieto del Mediterráneo, que empapa los Cristos y las Vírgenes de Levante.
Carecemos de la gracia, el garbo y la fantasía que se necesitan, para mecer a los Pasos sobre la multitud extasiada, enloquecida casi, de Andalucía.
Ciertamente no nacieron aquí, SALZILLO, ni JUAN DE JUNI, ni GREGORIO FERNÁNDEZ.
Es verdad que no sabemos acomodar nuestras voces, serias, timbradas por el Cierzo del Moncayo, al dulce requiebro y al piropo atrevido, al ingenioso arrebato, ni siquiera al desgarro de la Saeta.
Pero no importa… por lo demás… no imaginemos, ni introduzcamos cosas extrañas que no nos van en nuestra Semana Santa, ni introduzcamos tampoco cosas propias, novedosas, que no tienen que ver nada con nuestra Tradición.
Pero aquí tenemos una Semana Santa de Gran Dignidad, con su personalidad propia, de indiscutible valor pedagógico, capacitada para emocionar a los sencillos y hacer reflexionar a los intelectuales, verdadera Catequesis popular, que fuera de las Iglesias, utiliza las calles y las plazas, para explicar el Dolor, la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesucristo con todo detalle y minuciosidad. Desde la Entrada en Jerusalén, el Domingo de Ramos, hasta la luz radiante de la Resurrección, todas las escenas, todos los momentos, todas las torturas del Redentor han sido captadas con respeto y unción, con acierto y devoción.
Semana Santa de Zaragoza, que ha sabido incorporar a la Virgen a sus procesiones, explicando su papel de Corredentora y de Madre de la Iglesia, sorprendiéndola en los momentos más Augustos, y utilizando el vocabulario más entrañable para llamarla:
Virgen del ROSARIO, de la PIEDAD, de las LÁGRIMAS, de las ANGUSTIAS, de los DOLORES, de la ASUNCIÓN, de la ESPERANZA, del CONSUELO, de la MISERICORIDA.
Y cuando ya no encontramos nombres, sustantivizamos el adjetivo y el sentimiento, y en lugar de decir… LA MADRE DE DIOS… decimos:
¡EL DOLOR DE LA MADRE DE DIOS!
Semana Santa de Zaragoza, que quiere empapar a la Ciudad hasta sus últimos rincones, del Amor de Dios, y cruza la Urbe, de TORRERO al ARRABAL, de OLIVER a las FUENTES, de CASABLANCA a las TENERÍAS, arrancando del CASCO VIEJO Y diseminando y discurriendo por los Suburbios y las Barriadas más modernas, alcanzando luego los Pueblos de la Provincia, como si hubiera urgencia, necesidad y prisa porque, en éstos días apretados, los ojos de Cristo mirarán con ternura a Todos y Todos pudieran mirarle a ÉL con ESPERANZA.
Semana Santa de Zaragoza que ha sabido asociar a la representación del Drama, a quienes la vivieron más intensamente junto a CRISTO. Y así recuerda la resignada y misteriosa pena de SAN JOAQUÍN, padre de la VIRGEN, la hermosa lozanía de SAN JUAN EVANGELISTA, el amor apasionado de la MAGDALENA y el seráfico arrobamiento de SAN FRANCISCO DE ASÍS.
Semana Santa de Zaragoza, recoleta y seria, sencilla y humilde, modesta y devota, sin filigranas ni embrujos, pudorosa y discreta, elemental y humanísima, venturosamente alejada del folklore, de la frivolidad.
Pero… Digna y Noble… y con tres LUCEROS de primera magnitud, iluminados por manos anónimas, pero TRES LUCEROS tan deslumbrantes, que pueden soportar la comparación con las obras maestras de Zamora o de Valladolid, de Murcia o Cartagena, de Úbeda o de Sevilla:
EL NAZARENO de SAN MIGUEL, EL ECCE-HOMO de SAN FELIPE que nos preside, y EL CRISTO DORMIDO DE MUERTE EN LA CAMA, que guarda en sus brazos y piernas, las huellas de las balas que le lanzaron durante los SITIOS DE ZARAGOZA, después de que fuera besado por PALAFOX junto al PILAR.
TRES LUCEROS, acompañados por otras estrellas no tan brillantes, pero sí encendidas por el talento y el amor de los mejores artistas de cada época y momento.
Semana Santa de Zaragoza, con Cofradías tan pobres en tiempos, que no tenían dinero para adornar sus "PASOS" con Lirios y Nardos, ni Rosas ni Claveles, y los decoraban con Tomillos y Rastrojos, y Matorrales arrancados de su pobre suelo.
Semana Santa de Zaragoza… la de los Tambores y los Bombos, de los Cirios tenues, la que hace de los balcones ciudadanos, Púlpitos, y convierte las Plazas en Templos, y durante una semana transforma la Urbe en una VÍA DOLOROSA, desde que muere la Tarde hasta que nace el Alba.
¡Ésta es nuestra Semana Santa!... , Respetadla, Cuidadla, Amadla, Mejoradla, Vividla.
Pero HERMANOS… no nos hemos reunido para el halago, la complacencia o el espectáculo, sino para oír una palabra de PREGONERO, una palabra de la que yo solo soy eco torpe, resonancia modesta, humano redoble.
Y la palabra es ésta, sencilla, pero rotunda:
¡¡HERMANOS, COFRADES, ZARAGOZANOS!!
¡¡¡ HACED MEMORIA !!!
Sí, haced memoria y acordaros, volved los ojos atrás, retornad a las fuentes, mirad vuestras raíces.
¡¡¡ HACED MEMORIA !!!
Acercaos al Manantial de donde brota la FE, la ESPERANZA y la VIDA…
¡ HACED MEMORIA, HERMANOS ¡
Deteneos estos días, paraos, dejad el Vértigo, no os dejéis vencer por el Estres, la Mediocridad o el Pecado, y RECORDAD.
¡ HACED MEMORIA, HERMANOS¡
Hagamos memoria nosotros, que vivimos una vida tan disparatada, atolondrada y estresante, tan absurda que estamos traspasados de olvidos y se nos difuminan en el tráfago cotidiano de la existencia los sucesos más importantes.
Haced memoria del hecho más interesante, del suceso más extraordinario, del acontecimiento más trascendente:
¡CRISTO HA MUERTO Y HA RESUCITADO!
¡CRISTO nos ha dado la GRACIA, LA LIBERTAD, LA PLENITUD, LA VIDA!
¡HACED MEMORIA HERMANOS!
¡Recordad sobre todo… VIVID!
HERMANOS: Para un cristiano, la memoria histórica no es una memoria meramente arqueológica, fosilizada en datos, en fechas, en imágenes que ya están fijadas de una vez para siempre. La memoria de un cristiano, si se refiere a la MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO, es un MEMORIAL, es decir, la "PRESENCIALIZACIÓN" de un acontecimiento ciertamente pasado, pero cuya virtualidad incide en el aquí y el ahora y determina de alguna manera el ser y el existir del hombre que celebra este recuerdo.
Y este MEMORIAL se celebra en el Santuario, en el Altar, en la Iglesia y luego en la Calle.
¡Haced Memoria… Hermanos… de vuestra identidad Cristiana!
Os convoco a todos, a La Iglesia, y a la Calle.
Que con el paso de los días de esta Semana, desde hoy hasta el Domingo, vuestra memoria vaya creciendo, como crece en la distancia el eco en las montañas del Crepúsculo y que, al final, HERMANOS, en la Gloria y Gozo de la “PASCUA” nos sintamos, todos, RENACIDOS.
Terminó ya el “PREGÓN”. Pero en prueba de la confianza que me merecéis, del cariño que os tengo, y como demostración de lo FELIZ que me he sentido de hallarme entre vosotros, HERMANOS…, permitidme una confidencia…
Hoy, HOY MISMO, hace justamente 41 años, me estrené como Pregonero de la “GRAN NOTICIA, DEL ACONTECIMIENTO MAS IMPORTANTE DE LA HISTORIA, DEL HECHO MÁS TRASCENDENTE PARA LA HUMANIDAD ENTERA”.
En efecto, el 7 de Abril de 1949 Celebraba yo mi primera Misa, y teniendo por vez primera en mis juveniles y temblorosas manos el CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO, anunciaba entre sollozos SU MUERTE Y PROCURABA SU RESURRECCIÓN, en la Esperanza de SU ÚLTIMA VENIDA.
Hoy, 41 años justos después, fatigado el cuerpo, empapado el espíritu de una plácida y suave melancolía, en el cielo arrebolado del atardecer de mi Vida, cuando ya no cantan las Alondras, pero chillan los Murciélagos, cuando ya me falta el Beso de Amor·de mi Madre, cuando, viendo morir a tantos amigos míos, compruebo que he llegado a lo que bien podría llamarse “la edad de los lutos”, considero un don especial, poder Pregonar, en un contexto distinto, pero para mí igualmente entrañable, emocionante y querido, la misma joven y eterna verdad del Amor de Dios, que Muere y Resucita para que nosotros teNgamos Vida Eterna.
Para un hombre como yo, enamorado de la Semana Santa de Zaragoza, para un Sacerdote como yo, que estrenó su Ministerio en las primeras andaduras de la Cofradía del Santísimo Ecce-Homo y de Nuestra Señora de las Angustias, os lo aseguro, no cabía mejor Conmemoración para tan excepcional Aniversario.
Doy Gracias a Dios por esta Merced, y os doy Gracias a Vosotros por haberla compartido conmigo.

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