jueves, 15 de marzo de 2012

DOMINUM NOSTRUM.- La Apertura de los Sentidos


Caminando por la calle Santa Isabel en dirección a la conocida como plaza de San Cayetano, un conocido aroma invade nuestro olfato...es incienso..pero, ¿si no es Semana Santa? ¡¡¡si todavía faltan algo más de dos semanas para que las puertas de San Cayetano se abran y aparezca el guión de "La Entrada"¡¡¡ 

Esta agradable e intensa sensación se viene repitiendo desde aquel ya lejano año 2003, en el que tal día como un 4 de Abril, un grupo de jóvenes, tras las siglas de una Asociación, "La Asociación Cultural Terceroles de la Semana Santa de Zaragoza" se embarcaron, con mas ganas e ilusión que medios, en una bonita aventura, en organizar y presentarnos un...podríamos llamarlo montaje, espectáculo, conjunto de sensaciones, es igual como lo llamemos, pero aquello que nos presentaron aquel 4 de Abril de 2003, a los que tuvimos el privilegio de verlo y oírlo en directo nos puso los pelos "como escarpias" y no solamente nos abrió los sentidos, sino que nos inyecto una "droga" sin la cual ahora tras nueve años (diez Cuaresmas) no sabemos acercarnos a la Semana Santa.




Para nosotros especialmente aquel año también fue especial, pues unos días antes de ese 4 de Abril, un 19 de Marzo comenzó su andadura en las redes Capirotes y Terceroles, pero de eso hablaremos en otro momento.  No obstante el que suscribe tuvo el privilegio de poder participar con su aportación fotográfica en aquel primer "Dominum" y se siente muy orgulloso de haber podido colaborar con ese minúsculo granito de arena para que el Dominum Nostrum viniera al mundo en aquel año y que ahora sea lo que ha llegado a ser.


Este viernes, 16 de Marzo de 2012 (21:00 horas en la iglesia de Santa Isabel), se nos presenta esta 10ª edición, que a buen seguro nos dejará tan buen sabor de boca como las anteriores, pero nosotros no queremos olvidar aquella noche...la primera noche...la que cuando se terminaron las proyecciones y se encendieron todas las luces los aplausos no cesaban, y todos nos quedamos con hambre, con mucho hambre de Dominum.

Felicitamos desde esta humilde ventana a los que hicieron posible que este proyecto se gestará, naciera y que poco a poco vaya creciendo y alcance su mayoría de edad y como colofón a estas líneas, queremos reproducir un texto del folleto de aquella primera edición, un texto firmado por Ángeles Irisarri, que hoy como en aquel momento seguro que nos hace estremecer:

En Jerusalén amaneció un día claro, pero pronto se convirtió en un día de perros.  A la hora sexta se  oscureció el sol, las gente atemorizadas por hecho tan insólito, se encerraron en sus casas y, poco antes de nona, comenzó a llover, una lluvia espesa, espesa como no se recordaba otra.  Una cortina de agua que acrecentó la oscuridad, y el pánico se adueño de muchos corazones.  Tras varias horas de penumbra, algunos vecinos echaron la tranca de sus puertas y se encomendaron a Yavé; otros bendijeron a sus hijos y se dispusieron a bien morir; otros, los más osados, abrieron la ventana y miraron al cielo por ver donde andaba el grueso de la tormenta y otros miraron hacia la calle por ver si pasaba algún transeúnte con noticias.  La noticia que pronto corrió de ventana a ventana fue que la vertical del augacero se encontraba en el monte Gólgota, donde había sido crucificado un dicho Jesús de Nazaret con dos ladrones.  Y sí, sí, la información era correcta, porque allí, la tiniebla era más densa y la sombra más sombría, mismamente como si de noche fuere.  Allí muchas malas nubes descargaban agua de tempestad y por doquiera surgían relámpagos y caían rayos con gran estruendo.  La gente, la mucha gente que se había congregado para contemplar la ejecución del Nazareno y los ladrones, se había largado a la carrera y, a poco, sólo unos hombres seguidores de Jesús, ensopados y apretados contra el lodo, esperando que remitiera el vendaval para levantar la cabeza.  Y, en esto fue que Jesús, después de horas de agonía, espiró con fuerte alarido, y que la naturaleza gritó mucho más que Él, pues el viento se alborotó en remolinos, la lluvia se espesó fría como el hielo, los relámpagos arreciaron, los truenos ensordecieron el paraje, y la tierra tembló quebrando las piedras, mientras del monte bajaban ríos de agua camino de la ciudad.  Luego, cuando amainó la tempestad y se serenaron las fuerzas del cielo y de la tierra, se conoció en Jerusalén que el velo del Templo se había rasgado en dos, pero lo que más asombro a todos los habitantes, hasta dejarlos pasmados, fue que habían resucitado los muertos, tal se dijo, y muchos vieron en ello señales de Yavé.

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